Siempre me han gustado. EL primero fue un duward, que me encantaría recuperar, y luego vinieron los digitales que conseguía en las grúas de las fiestas. A partir de ahí, los escaparates de las joyerías ejercen sobre mí una atracción difícilmente evitable.
Mi tesoro es un Omega seamaster -que espero entregarle algún día a mi hijo-; el que más uso, un lotus acero y oro, de cuarzo, muy sencillito, tipo sub, con lupa y todo. Tengo especial predilección por un Baume mercier y por el tissot le locle. También tengo un Hamilton Kaki Navy -creo que se escribe así-, con pulsera de caucho, pero nunca me ha hecho un tilín especial, y luego un montón de relojes muy clásicos, de cuarzo, alguno de los cuales me encanta. En especial, un racer y un Raymond Weil.
Si no fuese tan malo con las fotos, colgaba unas cuantas, pero me salen fatal, muy borrosas. A ver si aprendo poco a poco.