El límite está en lo ocurrido hace algunas semanas en mi escuela. Se presenta un relojero profesional, haciéndose pasar por un particular que trae el reloj de su abuelito a ver qué se le puede hacer. En realidad era una máquina parís con un estropicio del copón que requería conocimientos y maquinaria de alto nivel que este señor no tenía. Pero el tío no quería perder el cliente y nos lo mandó a nosotros.
Lo que hay que leer.
Me dan ganas de pedir que cuentes más sobre este asunto, ¿cómo terminó?