Eusebio
Well-known member
¿Hay algo capaz de detener el tiempo?:
La respuesta es si. Unas agujas mal colocadas, por ejemplo.
Adoro esta afición, me hace adquirir la paciencia que nunca he tenido. Hace que mis neuronas se comuniquen frenéticamente mientras pienso ¿qué diantre le pasa a este reloj?. En resumen, me hace pasar unos ratos inolvidables.
Viene todo esto a raíz de una reparación que llevé a cabo hace un par de semanas a un Tormas que tenía completamente parado y con varios rubís de la platina seriamente dañados y alguno inexistente. Gracias al amigo Juanra (en cuanto tenga un momento te devuelvo lo que me sobró), pude volver a componer el calibre del susodicho (ETA 853). Ya se, ya se, este tema sin fotos no vale nada, pero no hay fotos, no las hice, estaba en una especie de retiro espiritual con los pajaritos cantando, el rumor del agua en el arroyo y el tic-tac de los relojes. Y no llevé la cámara. Se siente. Solo puedo adjuntar unas fotos del “antes de” para poneros en situación.
El reloj funcionó a la primera, y yo estaba más contento que unas castañuelas. Lo llevé un par de días en la muñeca y no se iba más allá de 15-20 seg., todo un logro. El tercer día me lo quité y lo dejé encima de la mesa del escritorio para vigilarlo un tiempo más.
Cual es mi sorpresa que se para a las 6,20. No le dí demasiada importancia. -Será la cuerda que no dura demasiado, pensé-. Lo vuelvo a poner en hora y le doy cuerda. Y allá que va el reloj durante un par de días sin decir ni pío. Al tercer día, a las 6,20, reloj parado. Y esta vez con suficiente cuerda.
¡¡Te cogí!!, era el segundero que, en un momento y punto del espacio, rozaba con la aguja horaria y acababa deteniendo el reloj. Pero justo en ese punto. Por eso no se paraba cada 12 horas, ni cada 24. Tenían que coincidir exactamente las dos agujas en un mismo punto.
¡¡Ostias!!, pensé. Esto es igual que las fases de la luna o los eclipses. Un momento único del tiempo en una situación determinada. Fue bonito mientras duró, he corregido un poco la altura de la aguja horaria y ya funciona el tío como un campeón.
Luego, después de estos días así, rodeado nada mas que por los sonidos de la naturaleza, vuelves al mundanal ruido, a los problemas del trabajo (¿quién inventaría el e-mail entre empresas?), 240 correos esperando, la mayoría chorradas copiadas a todos los contactos y que no afectan a tu departamento. Y te tiras de los pelos una y otra vez. Y añoras esos momentos mágicos que dedicaste a empaparte en la simple complejidad de un calibre mecánico.
Gracias a quien haya leído hasta aquí.
Un saludo.
La respuesta es si. Unas agujas mal colocadas, por ejemplo.
Adoro esta afición, me hace adquirir la paciencia que nunca he tenido. Hace que mis neuronas se comuniquen frenéticamente mientras pienso ¿qué diantre le pasa a este reloj?. En resumen, me hace pasar unos ratos inolvidables.
Viene todo esto a raíz de una reparación que llevé a cabo hace un par de semanas a un Tormas que tenía completamente parado y con varios rubís de la platina seriamente dañados y alguno inexistente. Gracias al amigo Juanra (en cuanto tenga un momento te devuelvo lo que me sobró), pude volver a componer el calibre del susodicho (ETA 853). Ya se, ya se, este tema sin fotos no vale nada, pero no hay fotos, no las hice, estaba en una especie de retiro espiritual con los pajaritos cantando, el rumor del agua en el arroyo y el tic-tac de los relojes. Y no llevé la cámara. Se siente. Solo puedo adjuntar unas fotos del “antes de” para poneros en situación.


El reloj funcionó a la primera, y yo estaba más contento que unas castañuelas. Lo llevé un par de días en la muñeca y no se iba más allá de 15-20 seg., todo un logro. El tercer día me lo quité y lo dejé encima de la mesa del escritorio para vigilarlo un tiempo más.
Cual es mi sorpresa que se para a las 6,20. No le dí demasiada importancia. -Será la cuerda que no dura demasiado, pensé-. Lo vuelvo a poner en hora y le doy cuerda. Y allá que va el reloj durante un par de días sin decir ni pío. Al tercer día, a las 6,20, reloj parado. Y esta vez con suficiente cuerda.
¡¡Te cogí!!, era el segundero que, en un momento y punto del espacio, rozaba con la aguja horaria y acababa deteniendo el reloj. Pero justo en ese punto. Por eso no se paraba cada 12 horas, ni cada 24. Tenían que coincidir exactamente las dos agujas en un mismo punto.
¡¡Ostias!!, pensé. Esto es igual que las fases de la luna o los eclipses. Un momento único del tiempo en una situación determinada. Fue bonito mientras duró, he corregido un poco la altura de la aguja horaria y ya funciona el tío como un campeón.
Luego, después de estos días así, rodeado nada mas que por los sonidos de la naturaleza, vuelves al mundanal ruido, a los problemas del trabajo (¿quién inventaría el e-mail entre empresas?), 240 correos esperando, la mayoría chorradas copiadas a todos los contactos y que no afectan a tu departamento. Y te tiras de los pelos una y otra vez. Y añoras esos momentos mágicos que dedicaste a empaparte en la simple complejidad de un calibre mecánico.
Gracias a quien haya leído hasta aquí.
Un saludo.