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Centro Relojero Pedro Izquierdo

La importancia del Cronometro Marino (Calculo posicion)

epicuro150

New member
Un poco de Historia (anterior al cronometro)

Orientación en alta mar:
Cualquier navegante responsable que se alejara de la costa y se adentrara en mares desconocidos debía saber siempre, aunque sólo fuera aproximadamente, dónde se encontraba y cuál era su situación. Durante la segunda mitad del siglo XV, la navegación de altura, basada en la orientación de un navío según la posición de los astros, todavía resultaba muy difícil debido a la escasa preparación matemática de los navegantes, y también por la dificultad de emplear en los navíos ciertos aparatos que requerían quietud absoluta para ser exactos. Por ello, se puede decir que la mayor precisión llegaba tras observaciones desde tierra y por hombres teóricos y científicamente preparados. Lo frecuente y normal en esta época era navegar 'a la estima', es decir, anotar el rumbo y fijar su posición en unas cartas de marear o mapas marítimos dibujados sobre pergamino. Estas cartas reflejaban con bastante precisión los accidentes geográficos y partiendo de ellas un navegante marcaba la ruta estimada a seguir. Utilizando la brújula y sobre todo el cuadrante, debía encontrar la latitud adecuada y mantenerse en ella. Cuando recorría costas nuevas, tomaba la latitud en tierra y la reflejaba en el mapa para que en lo sucesivo otros pudieran estimar su ruta con exactitud. Un buen piloto, mezcla de experiencia y sentido de la orientación, era capaz de estimar su rumbo con una precisión sorprendente. No solía equivocarse más de un cinco por ciento en travesías largas, salvo que sufriera alguna tormenta y se despistara. Y llegaba a calcular a ojo la velocidad de un navío con sólo mirar las burbujas de la estela, las algas flotando inmóviles, o la costa que divisaba a lo lejos. Todo piloto que se lanzara a expediciones mar adentro, solía ocuparse de que no faltaran en su barco algunos instrumentos como la brújula marina, consistente en una aguja magnética depositada en una pequeña caja que flotaba sobre el agua y volvía siempre su punta hacia el norte. También solía utilizar el cuadrante común, para obtener la latitud. Menos frecuente era el uso del astrolabio y la ballestilla, también para la latitud. Tablas y almanaques, la sonda y la ampolleta o reloj de arena tampoco faltaban. Con esto y un sentido especial de la orientación, estos hombres surcaron los mares con bastante seguridad y éxito.
La llegada del cronometro:​
Como funcionaba?
El calculo de la longitud por medio del cronometro se basaba en la correlacion de los 360 grados de la esfera terrestre y su division por 24 horas, de forma que si se conoce la diferencia horaria entre dos puntos, se puede calcular la diferencia de longitud, para ello era necesaria una carta marina.

Un error en un minuto originaba otro en la longitud de 15 minutos, o sea 15 millas o 5 leguas.
El cronometro se situaba en el centro del barco, donde los vaivenes son menores. Se introducia en un armario especial, era custodiado las 24 horas del dia montando guardias, el encargado de la vigilancia debia evitar sabotajes y la parada del mismo. Ya que un error en el cronometro podia provocar la perdida de la posición del barco.
Se dice que los vigilantes del cronometro, asi como los que hubieran cruzado el cabo de hornos, tenia por decreto real permiso para escupir y mear a barlovento. *
* Nota. En un barco, barlovento es el lado por donde llega el viento, por tanto si escupian o meaban por ese lado, el viento devolvia los liquidos al barco, lo que estaba castigado, por tanto, la marineria debia escupir y mear a sotavento.

El Cronometro.
Una de las cosas más extraordinarias relaccionadas con las ciencias de aplicación, es el método por el que los navegantes pueden determinar el punto en que se encuentran. Puede no haber al alcance de su vista más que agua y cielo, estar en el medio del océano, ó cerca de tierra, la curvatura del globo entorpecer la indagatoria de su telescopio; pero si tiene un buen cronómetro y puede hacer una observación astronómica, pronto sabrá la longitud en que se halla y también su aproximada posición, por lejos que esté del punto de partida y del de destino; hasta puede determinar el lugar en que deben meterse los garfios, en alta mar y recoger un cable eléctrico para su examen ó reparación.
Este es el resultado del conocimiento de la astronomía práctica. « Colocad á un astrónomo — dice Mr Newcomb — á bordo de un buque, vendadle los ojos, llevadle por cualquier ruta á cualquier océano del globo, de las zonas tropicales ó de las frías, desembarcadle en la roca más aislada que se encuentre: allí quitadle la venda y dadle un cronómetro regulado por el meridiano de Greenwich ó Washington, un transportador con las mismas aplicaciones y los libros y tablas necesarios: y en una noche clara determinará su posición dentro de un espacio de cien yardas sólo con la observación de las estrellas. Esto, desde el punto de vista de utilidad, es una de las operaciones más importantes de la Astronomía práctica » (i).
(1) Popular Astronomy, por Simón Newcomb, Ll.,D, profesor u s. del observatorio naval.
El cronómetro marino fue el resultado de la necesidad sentida durante diez y seis siglos, de un instrumento que pudiese decir al navegante su situación en un océano. España era entonces el principal poder naval y la monarquía más potente de Europa teniendo bajo su dominio, media América. Felipe III ofreció 100.000 coronas por cualquier descubrimiento que determinara la longitud por un método mejor que el del leño que era muy defectuoso Holanda que seguía á España en poder naval.siguió su ejemplo ofreciendo 30.000 florines por un descubrimiento parecido. Pero, aunque algunos esfuerzos se hicieron, no resultó nada práctico, principalmente por el defectuoso estado de los instrumentos astronómicos. Inglaterra sucedió á España y Holanda como poder naval, y cuando Carlos II estableció el observatorio de Greenwich se fijó como objeto especial que Flamsteed, astrónomo real, dirigiera sus energías al perfeccionamiento del método para encontrar la longitud por observaciones astronómicas. Pero aunque Flamsteed con Hallay y Newton hicieron algunos progresos, no llegaron á la meta, por la falta de cronómetros seguros y la defectuosa naturaleza de los instrumentos astronómicos.
Nada se hizo hasta el reinado de Ana, en cuyo tiempo se presentó una petición al poder legislativo, el 25 de Mayo de 1714 por « varios capitanes de los barcos de su Majestad, comerciantes de Londres pilotos de buques mercantes, y todos los que se relacionaban con la navegación de la Gran Bretaña », manifestando ia importancia de un buen determinador de la longitud y los inconvenientes y peligros á que los barcos estaban sujetos por la falta de un método conveniente para descubrirla. Fue trasladada la petición á una comisión que evidenció su objeto. Aparece que Sir Isaac Newton con su extraordinaria sagacidad, observó en su memoria : "que llenaría ese objeto un reloj que midiese exactamente el tiempo, pero, por razón del movimiento de los barcos, las dilataciones producidas por los cambios atmosféricos y las diferencias de gravedad de las distintas latitudes, aún no se había construido tal reloj ».
Sin embargo, se redactó un acta en la sesión de 1714, ofreciendo una gran recompensa á los inventores: 10.000 libras á cualquiera que descubriese un método para determinar la longitud de un grado, con un error de 60 millas geográficas; 15.000 libras si lo determinaba con un error de 40 millas solamente, y 20.000 libras en caso de que no pasase el error de 30 millas. En esta misma acta se designaron comisionados con el encargo de que « una mitad de tales recompensas debería ser pagada cuando dichos comisionados ó la mayoría de ellos acordaran que un procedimiento daba seguridad á los barcos á 80 millas de la costa, que es el lugar de los mayores peligros y la otra mitad cuando un barco, por designio de todos los comisionados ó de la mayoría de ellos, navegara desde la Gran Bretaña á un puerto de las Indias Occidentales, que los comisionados eligieran para el experimento, sin perder la longitud más allá de los límites mencionados ».
Los términos de este ofrecimiento indican lo grande de los riesgos é inconvenientes que se deseaba remediar. En efecto, es casi inconcebible, que una recompensa tan grande se obtuviera por un método que sólo ofrecía seguridad en un espacio de ochenta millas.
Esta espléndida recompensa para un método de descubrir la longitud, fue ofrecida en todo el mundo, á inventores y hombres científicos de todos paises sin restricción de raza, nación ó lenguaje. Como naturalmente podía esperarse, la perspectiva de obtenerlo estimuló á muchos ingenios para hacer experimentos de indagación é invención, pero durante muchos años la construcción perfecta de un contador de tiempo para el mar, pareció casi imposible. Al fin, con sorpresa de todo el mundo, fue ganado el premio por un carpintero de un pueblo, una persona que no había estudiado en universidad, ni colegio alguno.
Hasta un artista y filósofo tan distinguido como Sir Cristopher Wren estaba ocupado, al morir, en el año 1720, en resolver este importante problema. Como se observa en la memoria contenida en la « Biographi Britannica » (1), esta noble invención, como algunas otras de las más útiles para la vida humana, parecen reservadas á la gloria de un mecánico vulgar que por infatigable trabajo, con la guía de una extraordinaria sagacidad, la dé a luz, vencidas todas las dificultades y presentándola con el más inesperado grado de perfección. Donde la instrucción y la ciencia fracasaron, parece triunfar el genio.
(1) Biographia Britannica. Este libro se publicó en 1766, antes de que la total recompensa se hubiese concedido á Harrison.
La verdad es que el gran mecánico, como el gran poeta nace y no se hace, y John Harrison, el que obtuvo el premio, había nacido gran mecánico. Sin embargo no realizó su objeto sin desplegar gran habilidad, paciencia y perseverancia. Su esfuerzo fue largo laborioso y algunas veces, aparentemente, sin esperanzas. En efecto, su vida, en lo que podemos adivinar de sus hechos, ofrece uno de los más hermosos ejemplos de dificultades encontradas y triunfalmente vencidas, y de intrépida perseverancia, afortunadamente coronada por el éxito.
No se ha escrito ninguna narración completa de la carrera de Harrison. Solamente una breve noticia de él aparece en la « Biographía Britannica », publicada en 1766, durante su vida, con datos ofrecidos por él mismo. Pocas noticias aparecen en el « Annual Registar », publicado también en su tiempo. La última noticia aparece en el volumen publicado en 1777, un año después de su muerte. Ningún dato de su vida ha aparecido desde entonces. Si hubiera sido un héroe destructor, un batallador de mar ó tierra, hubiéramos tenido innumerables biografías. Pero siguió un camino más pacífico é industrioso. Su descubrimiento proporcionó infinitas ventajas á la navegación y dio muchas seguridades á las vidas en el mar; ensanchó también los dominios de la ciencia por su más exacta medida del tiempo. Su memoria se ha sumergido en el silencio, casi olvidada, sin dejar ningún recuerdo en beneficio y ventaja de los que le sucedieron. La siguiente nota comprende casi todo lo que de él se conoce.
Nació en Foulby, en la parroquia de Wragby, cerca de Pontefract, condado de York, en Mayo de 1693. Su padre Henry Harrison era carpintero, dependiente de Sir Rouland Wynne dueño de la propiedad Nostel Priori. La actual casa fue construida por el barón en el sitio del antiguo priorato. Henry Harrison era una especie de sirviente de la familia, y continuó mucho tiempo en su dependencia.
Poco se sabe de su educación cuando niño y es ciertamente difícil adivinarlo. Como George Stephenson, Harrison siempre encontraba gran dificultad en hacerse entender, por escrito ó de palabra. En efecto, todo escolar de ahora recibe una educación mucho mejor que la que recibió John Harrison hace ciento ochenta años. Pero la educación no lo consigue todo con lecturas y escritura. El muchacho estaba en posesión de vigorosas y naturales habilidades. Se sentía especialmente atraído por cualquier maquinaria que funcionase con ruedas. Cuando tenía seis años y estando enfermo de viruelas, le pusieron bajo la almohada un reloj en marcha, que fue para él un gran deleite.
A los siete años de edad fue llevado por su padre á Barrow cerca de Baron-on-Humber, donde Sir Rowland Wynne tenía otra residencia y propiedad. Henry Harrison trabajaba todavía como carpintero del barón. En aquel tiempo, Harrison trabajaba con su padre en la carpintería, sirviéndole de gran utilidad. Sus oportunidades para adquirir conocimientos eran pocas, por emplear sus facultades de observación y su habilidad á las cosas que tenía más cerca. Trabajaba en madera, y á la madera consagró su atención en un principio.
Seguía con su afición á las máquinas con ruedas. Había disfrutado la vista de un reloj grande con ruedas de bronce, cuando era un niño, pero siendo ya un obrero en madera, se propuso hacer un reloj con cuerda para ocho días, con ruedas de madera. Hizo el reloj cuando sólo tenía veintidós años, y debió serle muy útil aquel trabajo. Tuvo, por supuesto, dificultades que vencer, pues nada se realiza sin ellas; pero ellas nos dan los hábitos de aplicación y perseverancia. Consiguió hacer un verdadero reloj que contaba el tiempo con regularidad. Este reloj aún existe y se le ve en el Museo de Patentes, en South Kensigton, y cuando lo visité, hace unos meses, funcionaba, y acompasadamente marcaba el tiempo. Está en una caja de seis pies de alto con un cristal en el frente, mostrando un péndulo y dos pesas. Sobre el reloj, se lee la siguiente inscripción :
"Este reloj se construyó en Barrow, condado de Lincoln, en el año 1715 por John Harrison, célebre inventor de un contador de tiempo ó cronómetro marino, que ganó la recompensa de 20.000 libras, ofrecidas por el consejo de Longitudes A. D. 1765 (1).
(1) No es seguro como se vera en posteriores párrafos.
« Este reloj dá las horas, indica el día del mes y con una excepción (el escape), las ruedas son únicamente hechas de madera. »
Esto sin embargo, fue sólo un principio. Harrison procedió á hacer relojes mejores y entonces encontró necesario el empleo de metal, que es más duradero. Empleó ejes de bronce que se movían, convenientemente encajados en madera, y con el uso del aceite. Hizo también rodar los dientes de sus ruedas contra rodillos cilindricos de madera fijados por alfileres de bronce á la misma distancia del eje del piñón, evitando así en un grado considerable los inconvenientes del rozamiento.
Entre tanto, Harrison afanoso, aprovechaba todo aquello que le podía proporcionar nuevos conocimientos. Un sacerdote iba todos los domingos al pueblo á oficiar en su vecindad, y habiendo oido las satisfactorias aplicaciones del joven carpintero, le envió un manuscrito, copia de los discursos del profesor Saunderson. Este profesor, ciego, había preparado varias lecturas de filosofía natural para uso de sus estudiantes, aun cuando no con la intención de publicarlas. Harrison las copió á la vez que los diagramas. Algunas veces, pasó la mayor parte de la noche en escribir y dibujar.
En aquel tiempo empezó á viajar componiendo relojes, sin abandonar del todo su carpintería. Pronto adquirió un completo conocimiento de lo que en materia de relojes era conocido, y no sólo hacía lo que los mejores relojeros, sino que modificaba las máquinas á su modo. Inventó un método para disminuir el rozamiento, añadiendo una articulación á las paletas del péndulo por la que obraba en los rodillos de gran radio sin resbalar, como ordinariamente sobre ruedas dentadas. Construyó un reloj según el principio de retroceso, que marchaba perfectamente y no perdió un minuto en catorce años. Sir Edmund Denison Beckett dice que inventó este método para evitarse la molestia de ir con frecuencia á dar aceite á un reloj de una torrecilla que estaba á su cargo, aun cuando hubiese otras influencias aparte esta.
Pero su más importante invención en este primer período de su vida, fue su péndulo compensador. Todo el mundo sabe que los metales se dilatan con el calor y se contraen con el frío. El péndulo de los relojes, por lo tanto, se dilata en verano y se contrae en invierno, influyendo en la marcha. Huygens con su cilindro moderador había suprimido en gran parte la irregularidad nacida de la desigual duración de las oscilaciones, pero la oscilación del péndulo variaba con los movimientos de los barcos y estaba también sujeto á las diferencias del peso en las distintas latitudes. Graharn, el muy conocido relojero, inventó el péndulo compensador de mercurio, que consistía en un frasco de cristal ó de hierro lleno de mercurio y fijado en el extremo de la varilla del péndulo. Cuando la varilla se dilata por el calor, el mercurio y el frasco que le contiene son también simultáneamente dilatados y elevados, y el centro de oscilación continúa así á la misma distancia del punto de suspensión.
Pero, la dificultad de una cierta dilatación, siguió sin ser vencida hasta que Harrison tomó parte en el asunto. Observó que no todos los metales se dilatan igualmente por el calor, ó por el contrario, se contraen igualmente por el frío, sino que, unos son más sensibles que otros. Después de innumerables experimentos, Harrison al fin compuso un marco parecido á unas parrillas en que fueron alternadas las barras de acero y bronce y así colocadas, las que se dilataban más eran contrarrestadas por las que se dilataban menos. Por este medio, el péndulo tenía el poder de equilibrar su propia acción y el centro de oscilación continuaba absolutamente á la misma distancia del centro de suspensión, á través de todas las variaciones de calor y de frío (1).
(1) El péndulo compensador de Harrison fué perfeccionado posteriormente por Arnold Earnshaw y otros relojeros ingleses. El volante prismático de Dent es considerado ahora como el mejor.
Así, en el año 1720, á los 33 de su edad, Harrison tenía dos relojes de compensación en que todas las irregularidades á que estas máquinas están sujetas eran, ó suprimidas, ó tan felizmente contrarrestadas por la compensación de varios metales, que los dos relojes marchaban igualmente en distintas partes de su casa, sin discrepar en más de un segundo en un mes. Uno de ellos, el que guardó para su uso y que comparaba constantemente con una estrella fija, no llegó á variar un minuto durante diez años de funcionamiento (1).
(1) Véanse los discursos de Mr. Folkes á la Royal Society, en 30 de noviembre de 1749.
Viviendo, como vivía, cerca del mar, Harrison trató de adaptar su contador del tiempo á la navegación. Probó su reloj en un barco perteneciente á Barton-on-Humber; pero su péndulo compensador sólo podía ser de una utilidad relativamente pequeña por estar sus oscilaciones sujetas á los movimientos del buque. Juzgó necesario montar un cronómetro ó contador del tiempo, portátil, que pudiese ser llevado de lugar en lugar, y que sufriese los violentos movimientos de los buques sin que afectaran á su marcha. Era evidente para él, que el primer motor, de peso y péndulo, debía cambiarse por un resorte y un volante compensador.
Aplicó su genio á ese estudio. Después de meditar sobre el asunto, fue á Londres en 1728 y exhibió sus dibujos al Doctor Halley, entonces astrónomo real. El Doctor le remitió á Mr George Graham, el distinguido relojero inventor del escape de golpe sin ruido y del péndulo de mercurio. Después de examinar los dibujos y tener una conversación con Harrison, Graham reparó que no era un hombre de un mérito común y le dio muchos ánimos, recomendándole que no presentara su máquina al Consejo de Longitudes, antes de tenerla completamente terminada. Harrison volvió á Barrow para proseguir y completar sus trabajos y transcurrieron muchos años antes de que apareciese otra vez en Londres con su primer cronómetro.
El notable éxito que Harrison consiguió con su péndulo compensador, no pudo por menos de empujarle hacia ulteriores experimentos. Pué sin duda en cierto grado influenciado por la recompensa de 20.000 libras, que el Gobierno inglés ofreció por un instrumento que capacitara á los navegantes para medir la longitud de un modo más preciso que por el sistema entonces conocido; y fue con el objeto de obtener asistencia pecuniaria para completar su cronómetro por lo que Harrison hizo su primer viaje á Londres en 1728 para exhibir sus diseños.
El acta del Parlamento ofreciendo la magnífica recompensa, fue dictada en 1714; pero en catorce años no se había presentado ninguno á pretenderla. Es cierto que Inglaterra, avanzando entonces rápidamente á ocupar el primer puesto entre las naciones comerciales, podía realizar un gran esfuerzo para conseguir que la navegación fuera menos arriesgada. Antes de que un buen cronómetro fuese inventado y se preparasen exactas tablas lunares (i) al internarse los barcos en el mar, al perder la tierra de vista, combatidos por los vientos y las olas, peligraban siempre. No existía ningún método para determinar la longitud. El barco podía separarse de su camino cien ó doscientas millas, por cualquier error que el navegante padeciera y solo el naufragio de su barco ó el hallazgo de alguna costa desconocida, ponían término á su engaño.Debe recordarse que es relativamente fácil determinar la latitud de un barco en el mar todos los días cuando el sol es visible. La latitud, esto es, la distancia desde cualquier lugar al ecuador y á los polos, puede encontrarse por una simple observación con el sextante. La altitud del sol al medio día una vez encontrada puede con un sencillo cálculo determinar la posición del buque.
(1) En aquel tiempo no había buenas tablas lunares. Hasta el año 1753 en que Tobías Mayer, un alemán, publicó las primeras tablas lunares seguras, no se pudo confiar en ellas. Por esto el Gobierno británico concedió posteriormente á la viuda de Mayer la suma de 5.000 libras.
El sextante que es un instrumento usado universalmente en el mar, fué gradualmente deducido de aparatos similares usados en los primeros tiempos. El objeto del instrumento ha sido siempre encontrar la distancia angular entre dos objetos, esto es, el ángulo que forman dos líneas rectas que, partiendo de esos dos objetos tienen su punto de unión en el ojo del observador. El más simple instrumento de esta especie puede ser representado por un compás. Si ponemos su vértice en un ojo, una punta señalando al lejano horizonte y la otra dirigida al sol, ambas determinarán la distancia angular del sol al horizonte en el momento de la observación.
Hasta el final del siglo XVII, el instrumento usado era de esta sencilla especie. Consistía generalmente en un gran cuadrante con una ó dos barras giratorias sobre una charnela, lo que venía á ser un gran compás. La dirección de la vista se fijaba por una hendidura y un punto como en la generalidad de los rifles. Este instrumento fue grandemente mejorado por el empleo de un telescopio que no solamente permitía que los objetos lejanos fueran vistos, sino que hacía que la vista fuera dirigida con precisión al objeto observado.
Los instrumentos de la época anterior al telescopio alcanzaron su mayor gloria en manos de Tycho Brahe. Empleaba magníficos instrumentos muy sencillos, compases, círculos, cuadrantes y sextantes. Estos eran en su mayor parte pesados instrumentos fijos, de poca ó ninguna utilidad para la navegación. Pero el sextante de Tycho Brahe fue el precursor de los modernos instrumentos. La estructura general es la misma, pero el basto perfeccionamiento del sextante moderno es debido en primer lugar al uso del espejo reflector y en segundo lugar al empleo del telescopio para precisar la visual. Estos perfeccionamientos son debidos á muchos hombres científicos, á William Gascoigne que fue el primero en usar el telescopio en 1640; á Robert Hooke que, en 1660, propuso aplicarlo al cuadrante; á Sir Isaac Newton que proyectó un cuadrante reflector (i) y á John Hadley que lo introdujo. El sextante moderno es solamente una modificación del cuadrante de Newton ó del de Hadley y su actual construcción parece ser perfecta.
(1) Sir Isaac Newton dió sus dibujos á Edmund Halley entonces astrónomo real, pero éste los dejó olvidados y se encontraron entre sus papeles después de su muerte en 1742, veinticinco años después de la muerte de Newton. Otra omisión parecida fue hecha por Sir G. B. Airey que dejó que el descubrimiento de Neptuno fuese atribuido á Leverrier en vez de á Adains.
Por lo tanto era posible determinar con precisión la posición de un barco en el mar, respecto a latitud. Pero era completamente diferente en lo que respecta á la longitud, es decir, la distancia de cualquier lugar ó un determinado meridiano del Este ó del Oeste. En el caso de longitud no hay un determinado lugar á que referirse. La rotación do la tierra hace imposible la existencia de tal lugar. La cuestión de longitud es puramente cuestión de tiempo. El circuito del globo Este, Oeste está sencillamente representado por veinticuatro horas. Cada lugar tiene su propio tiempo. Es muy fácil determinar el tiempo local en un lugar, por observaciones hechas en el mismo. Pero como el tiempo cambia constantemente, el conocimiento del tiempo local no dá idea de la actual posición, y aún menos en un objeto movible, en un barco en el mar. Pero si en una localidad conocemos, el tiempo local y también el de otra parte en el mismo momento, por ejemplo, el observatorio de Greenwich, podemos, comparando los dos tiempos locales, determinar la diferencia de estos tiempos, ó lo que es lo mismo la diferencia de longitud entre las dos partes. Por tanto era necesario al navegante estar en posesión de un reloj de primera clase ó sea un cronómetro, capacitándose con el para determinar con exactitud la posición de su barco con respecto á la longtiud.
Antes de la mitad del siglo XVIII, los buenos relojes eran relativamente desconocidos. Los navegantes descansaban principalmente, para apreciar su aproximada longitud, en su propio cálculo sin ninguna observación del cielo. Atendían á lo que habian navegado, por el compás, y á la medida de la velocidad, por un instrumento llamado Log y también á combinar y rectificar todo lo que permitía la fuerza motora, posición con respecto al viento, etc., según el aparejo del buque; pero todo esto era muy incierto, especialmente cuando el mar estaba alborotado. Había otro medio independiente que podía ser adoptado, esto es, la observación de la luna que se mueve constantemente entre las estrellas de Este á Oeste. Pero hasta la mitad del siglo XVIII, eran tan desconocidas las buenas tablas lunares como los buenos relojes.
Por esto, un método para determinar la longitud con el mismo grado de precisión que era posible respecto á la latitud, había sido desde mucho tiempo el gran deseo de los hombres « que salían al mar en barcos ». Mr Macpherson en su importante obra titulada: The Annals of Commerce, observa « que desde el año 1714, en que el Parlamento ofreció la recompensa de 20.000 libras por el mejor método de determinar la longitud en el mar, se han conocido muchos proyectos pero todos de escaso ó ningún resultado, por fundarse generalmente en principios erróneos, hasta que dio á conocerse Mr John Harrison, y por él — como sigue diciendo Mr Macpherson — la dificultad fue vencida habiéndola consagrado los asiduos estudios de una larga existencia » .
El preámbulo del acta del Parlamento dice así : « Por cuanto es bien sabido por todos los que tienen relación con el arte de la navegación que nada es tan necesitado y deseado en el mar como el descubrimiento de la longitud para la seguridad y rapidez de los viajes, la conservación de los buques y personas » etc. El acta nombraba comisionados para el descubrimiento de la longitud con facultades para recibir y experimentar las proposiciones presentadas con este objeto y conceder sumas de dinero que no excediesen de 2.000 libras para proteger tales experimentos. Será recordado lo anteriormente dicho; que una recompensa de 10.000 libras se concedería á la persona que consiguiera un sistema para determinar la longitud con un error de 60 millas geográfica ; 15.000 libras con un error de 40 y 20.000 con un error de 30 millas geográficas.
Con dificultad se cree hoy día que solo hace unos ciento cincuenta años se ofreciese un premio de diez mil libras por un sistema para determinar la longitud dentro de sesenta millas y que doble suma se ofreciese por un método para determinarla dentro de treinta millas. La cantidad de esta recompensa es suficiente prueba de la urgente necesidad de progreso que entonces existía en los métodos de navegación. Y sin embargo desde la lecha en que se redactó el acta, 1714, hasta el año 1736 en que Harrison concluyó su primer contador del tiempo, nada se había conseguido para determinar la longitud con más precisión ni aún dentro de los anchos limites especificados en el acta por el Parlamento. Aun cuando varios proyectos habían sido presentados, ninguno de ellos tuvo éxito y la ofrecida recompensa, por lo tanto, aún permanecía disponible.

Volviendo á Harrison, llegado á su casa, en Barrow, después de su visita a Londres en 1728, empezó sus experimentos para la construcción de un cronómetro marino.La tarea no era de pequeñas dificultades. Tenía que luchar contra irregularidades procedentes del movimiento de los buques y vencer los efectos de las alteraciones de temperatura en la misma máquina y las del aceite con que debía ser lubrificada. Muchos obstáculos se presentaron, pero no fueron bastante á detener á Harrison en su lucha para realizar su propósito.
Todo el mundo conoce la preciosa maquinaria de un reloj y los perfectos aparatos requeridos para producirla. Alguno de estos instrumentos se los procuró Harrison en Londres, pero la mayor parte se los fabricó él mismo, siendo necesarias muchas adopciones nuevas para su cronómetro. Como la madera no podía seguir siendo exclusivamente empleada, como en su primer reloj, tuvo que aprender á trabajar con pulcritud en bronce y otros metales. Habiéndole sido imposible obtener ayuda del Consejo de Longitudes le fué necesario, para mantenerse mientras continuaba sus ensayos, seguir trabajando en la carpinteria. Esto explica el largo periodo que transcurrió antes de que pusiese su cronómetro en estado de que fuera probado con tantas probabilidades de éxito, que llegaron á la certeza.
Harrison, aparte de sus serias preocupaciones científicas, era un hombre alegre. Tenía mucho gusto por la música y organizó y dirigió el coro de la iglesia del pueblo, que alcanzó un alto grado de perfección. Inventó un curioso monocordio que no era menos preciso que sus relojes en la medida del tiempo. Sus oidos eran molestados por el sonido fuera de tono de la campana, y se propuso remediarlo. En la iglesia de la parroquia de Hulb, por ejemplo, las campanas eran desagradables y con la autorización del vicario y del mayordomo de la iglesia le fué permitido ponerlas á tono; así resultaron completamente armónicas.
Pero la gran obra de su vida fué el cronómetro marino. Encontró necesario, en primer lugar, cambiar el primer motor de su reloj por un resorte arrollado, para que la regularidad del movimiento derivase de las oscilaciones del volante en vez de las del péndulo, como en un reloj estable. Mr Folkes, Presidente de la Royal Society, al presentar la medalla de oro á Harrison en 1749, describe así el arreglo de su nueva maquinaria: "Los detalles fueron obtenidos del mismo Harrison que se hallaba presente. Emplea dos volantes situados en el mismo plano, pero oscilando en dirección contraria; así que, siendo uno de ellos ayudado en su oscilación por el movimiento del barco, el otro está falto de movimiento. Como la igualdad de las oscilaciones en un reloj de bolsillo se debe, en gran parte, al resorte en espiral, que se mueve de igual modo, el isocronismo fué conseguido en el cronómetro de Harrison por la equivalente elasticidad de cuatro resortes cilíndricos aplicados a los extremos superiores é inferiores de los dos volantes.
Luego se presentaba el asunto de la compensación. Los experimentos de Harrison con el péndulo compensador de su reloj le sirvieron. Procedió a introducir parecidos procedimientos en su futuro cronómetro. Como es bien sabido de todos los que tienen conocimientos de la naturaleza de volantes movidos por resortes, cuanto más fuerte es el resorte, son también más rápidas las oscilaciones del volante, y viceversa; de aquí, se sigue que cuando los resortes, son fortalecidos por el frío ó debilitados por el calor, debe necesariamente el reloj funcionar ó más deprisa ó más lentamente, á menos que se emplee algún método para remediar estos inconvenientes.
"El método adoptaddo por Harrison fué su volante compensador, la parte esencial de su invención sin duda. Su termómetro se compone de dos planchas delgadas de bronce y acero, remachadas en algunas partes, y por la mayor expansión del bronce que el acero por el calor, y contracción por el frío se hace convexo en el lado del bronce en tiempo caluroso, y convexo en el acero en tiempo frío; cuando un extremo está fijo, el otro obtiene un movimiento, correspondiendo con los cambios de calor y de frío, y las dos horquilllas del extremo entre las que pasa el volante de resorte, que alternativamente oscila cuando el resorte se arrolla y desarrolla, acortarán o alargarán el resorte como los cambios de calor y frío, haciendo lo que de otra manera habría de hacerse á mano como para regular los relojes de bolsillo". Aun cuando el método ha sido mejorado por Leroy, Arnold y Earnshaw fué el principio de todo lo que se ha hecho en el perfeccionamiento de los cronómetros marinos. En efecto, es asombroso pensar en el número de hombres de talento, habilidosos é industriosos que, por muchos siglos, se han ocupado en la producción de esta esquisita fabricación tan útil a todos los hombres, sean científicos ó no lo sean, sean de tierra ó de mar, que nos ha dado los modernos relojes.
Es innecesario aquí mencionar los detalles de las invenciones particulares de Harrison. Estas fueron publicadas por él mismo en sus "Principles of Mr Harrison's Timekeeper." Mencionaremos sin embargo un invento suyo por el que el cronómetro podia conservar su marcha sin pérdidas de tiempo, lo que sucedia al darle cuerda, que era una vez al día. Mientras daban cuerda al resorte porincipal, uno secundario conservaba el movimiento de las ruedas, y no se interrumpia la marcha del reloj.
Después de siete años de trabajos durante los que Harrison encontró y venció numerosas dificultades, al fin completó su primer cronómetro marino. Lo puso en una epecie de marco portatil, muy artístico y cuidadosamente hecho. Así, el cronómetro fué probado de tiempo en tiempo en una gran barca en el río Humber, con aguas agitadas y tranquilas, y marchaba perfectamente, sin variar lo más mínimo.
Tal era el estado del cronómetro de Harrison cuando llegó con el á Londres en 1735 para presentarlo a los comisionados designados para conceder la pública recompensa por el descubrimiento de la longitud en el mar. Primeramente los mostró á varios miembros de la Royal Society que unanimemente lo aprobaron; cinco de los principales miembros: Dr Halley, Dr Smith, Dr Badley, Mr John Machin y Mr George Graham, dieron á Harrison una certificación en la que atestiguaban que los principios de la máquina para medir el tiempo prometían una gran exactitud. En consecuencia de este certificado, la máquina, á solicitud del inventor, y por la recomendación de los Lores del Almirantazgo, fué embarcada a bordo de un buque de guerra.
Sir Charles Wager, entonces primer Lord del Almirantazgo, escribió al capitán del Centurión afirmándole que el instrumento había sido aprobado por insignes matemáticos como el mejor que se había hecho para medir el tiempo, y rogándole que tratase amablemente á Mr Harrison, el cual iría con él hasta Lisboa. El capitán Proctor contestó al primer Lord, desde Spithead, fecha 17 de mayo de 1736, prometiéndole atender a la comodidad de Harrison, pero señalándole su temor, de que había intentado una cosa imposible. Así ocurre siempre con las cosas nuevas. La primera máquina de vapor, la primera luz de gas, la primera locomotora, el primer barco de vapor de América, el primer telégrafo eléctrico, fueron todos "imposibles".
Este primer cronómetro se portó muy bien en su viaje de partida en el Centurión. No fué alterado por el mal tiempo o por el movimiento del barco producido por las olas de la Bahia de Vizcaya. Harrison lo llevó consigo á su regreso en el Orford, buque de guerra, siendo entonces su utilidad probada de una manera terminante, pues, verificándose el viaje casi en un meridiano, el riesgo de perder la longitud era relativamente pequeño. El capitán dió el siguiente certificado que lleva la fechade 24 de junio de 1737: "Cuando vimos tierra, creimos según mis observaciones, que sería de Start; pero antes que conocieramos qué tierra era, John Harrison declaró á mis compañeros y á mi que según las observaciones de su máquina era el cabo Lizard; y en efecto así fué, manifestando sus observaciones que el barco estaba mucho más al Oeste de lo que mi reconocimiento anunciaba, siendo esta desviación de un grado y veintiseis millas; esto es, cerca de noventa millas de error en mi camino.
Seis días más tarde, el 30 de junio, Harrison fué presentado al Consejo de Longitudes reunido, y enseñó el cronómetro con que había hecho el viaje de ida y vuelta á Lisboa. También inventó entonces una máquina semejante a las de los relojes que llamaba "regulador de minutos" y con ella se proponía contar el tiempo en el mar con más exactitud que con ningún otro instrumento de los conocidos para descubrir la longitud, y propuso hacer una máquina de más pequeñas dimensiones en el espacio de dos años en la qiue trataría de corregir algunos defectos que había encontrado en la ya preparada para hacerla más perfecta; esta máquina, cuando estuviese completamente concluida, deseaba probarla en un barco de Su Majestad que saliese para las Indias Occidentales; pero en este tiempo manifestó que no le era posible, por razones perentorias, concluir su máquina sin asistencia, y pidió que le fueran concedidas 500 libras para ponerle en condiciones de realizar su obra y hacer un ensayo perfecto de ella".
El resultado de la reunión fué ordenar que se dieran 500 libras á Harrison: una mitad tan pronto como quisiera y la otra cuando presentase un certificado del capitán de uno de los buques de Su Majestad en que constase que había puesto la máquina a su disposición. Mr George Graham que fué consultado, instigó a los comisionados para que concediesen por lo menos 1.000 libras, pero sólo le dieron la mitád; y de momento, sólo la mitad de la suma votada. A instancias de Lord Monson, que estaba presente, aceptó Harrison las 250 libras como ayuda de los muchos gastos que había hecho y que iba á hacer para perfeccionar la invención. Recibió el encargo de construir el nuevo cronómetro de menores dimensiones pues el exhibido era incómodo, pesado y ocupaba mucho espacio en el buque.
De acuerdo con esto, procedió á hacer su segundo cronómetro. Tenía un tamaño la mitad que el primero; introdujo muchos perfeccionamientos, disminuyó el número de ruedas y por lo tanto el rozamiento, pero su organización seguía siendo la misma. Esta segunda máquina se terminó en 1739, siendo su organismo más sencillo y sus dimensions menos molestas. Respondía mejor que el primero, y aun cuando no le probaron en el mar, era su marcha lo suficientemente exacta para encontrar la longitud dentro de los límites propuestos por el acta del Parlamento.
No satisfecho con sus dos máquinas se propuso Harrison construir la tercera. Esta fué muy perfeccionada y ocupó mucho menos espacio, pues el conjunto de aparatos que la formaban, descansaba sobre un área de cuatro pies cuadrados. Realizó su obra con tanta actividad, que en junio de 1741 la exhibió ante la Royal Society, y doce de los más eminentes miembros, firmaron un certificado de "su importante y excelente uso, tanto para determinar la longitud en el mar, como para corregir las cartas de costas". El certificado concluye diciendo: "Recomendamos á Mr Harrison al favor de los comisionados designados por el acta del Parlamento, como persona que merece en alto grado que la animen y ayuden metalicamente en lo que crean necesario para que termine su tercera máquina." Los comisionados le concedieron una nueva suma de 500 libras. Harrison estaba reducido á precarias circunstancias por su contínua aplicación á los perfeccionamientos del contador del tiempo. Tenía dudas, y solicitó nueva ayuda para proseguir su construcción, pero los comisionados le ayudaron solo con mezquindades.
Aunque Harrison había prometido que su tercera máquina estaría dispuesta para probarla en 1º de agosto de 1743, no la terminó hasta algunos años más tarde. En junio de 1746 le vemos aparecer otra vez ante el Consejo en demanda de nueva ayuda. Entre tanto, continuando su obra, creyó necesario añadir un nuevo resorte "habiendo gastado mucho tiempo y pensando mucho para combinarlo". Otras 500 libras fueron votadas para que pudiese pagar sus deudas, mantenerse él y su familia, y terminar su cronómetro.
Tres años más tarde presentó su tercera máquina á la Royal Society, y el 30 de Noviembre de 1749 le fué concedida la medalla de oro. Al presentársela Mr Folkes, el Presidente, dijo á Mr Harrison: "Yo, en nombre de la Royal Society de Londres, y facultado por la misma, os presento este pequeño, pero fiel testimonio de su respeto y estima, por los adelantos que en los conocimientos habeis introducido; y en su nombre me congratulo por el éxito que ya habéis alcanzado, y sinceramente deseo que todas vuestras futuras pruebas estén en armonía con estos principios y que la completa realización de vuestra gran empresa sea al fin coronada por un feliz resultado, glorioso para el inventor que con ardientes deseos empleó tantos años de su vida en el perfeccionamiento de su obra, con la inteligencia y la infatigable perseverancia "que tanto bien merecen".

Mr. Folkes en su discurso, habla de Mr Harrison como « una de las personas más modestas que ha conocido ». Y continúa : « Hablándome de sus obras me ha dicho que del inmenso número de diligentes y cuidadosos experimentos que ha hecho y de los varios ensayos á que ha sometido sus instrumentos, espera con bastante seguridad conseguir (á pesar de la más grande variedad de las estaciones y de los más irregulares movimientos del mar) contar el tiempo constantemente sin el error ni de tres segundos por semana. Grado de exactitud que es asombroso y aun estupendo, considerando el inmenso número de dificultades de muy diferentes clases que ha tenido que encontrar y vencer. »
Aun cuando es bastante común ahora hacer cronómetros de primera clase que puedan determinan la longitud con casi perfecta precisión en todos los climas del mundo, era bien distinto en la época en que Harrison estaba ocupado en sus laboriosos experimentos. Aunque conceptuó ser su tercera máquina el non plus ultra de los mecanismos científicos, procedió á construir el cuarto contador de tiempo en forma de un reloj de bolsillo de cinco pulgadas de diámetro. Aplicó los principios empleados en sus máquinas mayores, siendo también en la más pequeña de buenos resultados, sobrepujando esta construcción á sus mayores esperanzas. Al mismo tiempo como su tercera máquina era en su opinión suficiente para exceder á la exactitud exigida por el Consejo de Longitudes, para conseguir la mayor recompensa ofrecida, acudió a los comisionados pidiendo que le dejasen ensayar este instrumento á bordo de un buque real que fuese á un puerto de las Indias Occidentales como estaba mandado en el estatuto de la Reina Ana.
Aun cuando el tercer contador de tiempo fué terminado en el año 1758, hasta el 12 de Marzo de 1761 no recibió órdenes para que su hijo William fuese a Portsmouth y embarcase en el Dorsetshire, buque de guerra que iba á Jamaica. Pero ocurrió otro molesto retraso. El buque recibió orden de ir á otra parte y William Harrison después de permanecer cinco meses en Portsmouth regresó á Londres. Por este tiempo, John Harrison había ya terminado su cuarto contador de tiempo, el pequeño cronómetro en forma de reloj de bolsillo. Al fin William Harrison se hizo á la vela con su cronómetro, de Portsmouth á Jamaica, el 18 de Noviembre de 1761, en el Deptford, buque de guerra. El Depford iba en convoy con cuarenta y tres buques y llegó á Jamaica el 19 de Junio de 1762, tres días antes que el Beaver, otro de los buques de guerra de Su Majestad que había salido de Portsmouth diez días antes que el Deptford, pero equivocado en los reconocimientos, había perdido su longitud por entregarse enteramente al Log. El cronómetro de Harrison se diferenció acertadamente del Log, del Deutford, en tres grados de longitud; varios de los barcos de la flota se equivocaron hasta en cinco grados. Esto prueba el peligroso camino por que la navegación era conducida antes de que el cronómetro marino fuese inventado.
Cuando el Deptford llegó á Port Royal (Jamaica), no llevaba el cronómetro más que cinco segundos y una décima de segundo de error, y en el viaje de regreso de cuatro meses de duración, á su llegada á Portsmouth en 26 de Mayo de 1762» se vió (después de admitir la marcha de adelantó ó retraso) que había errado en un minuto y cincuenta y cuatro segundos y medio. En la latitud de Portsmouth solamente alcanzaba este error á diez y ocho millas geográficas, siendo así que el acta concedía el premio á quien determinara la longitud con un error de treinta. Se creerá que Harrison fue terminantemente declarado con derecho á la recompensa de 20.000 libras.
Pues no fue así. Las dilaciones interpuestas por| el Gobierno fueron largas, fastidiosas y algunas veces insufribles.
Harrison había cumplido mucho más de lo que era exigido por el Consejo de Longitudes para obtener la pública recompensa ofrecida. Pero no quisieron certificar que había ganado el premio. Por el contrario, le pusieron numerosas objeciones y continuaron algunos años sometiéndole á vejaciones, dilaciones y desengaños. Ellos arguyeron que la previa determinación de la longitud de la Jamaica por observaciones astronómicas no era satisfactoria, que no había prueba de que el reloj hubiese mantenido una marcha uniforme durante el viaje y, el 17 de Agosto, de 1762, dictaron una resolución en la que decían "que eran de opinión de que los experimientos hechos con el reloj no eran suficientes á determinar la longitud en el mar ».
Por esto fue necesario á Harrison hacer al Parlamento una reclamación sobre el asunto. Tres reinados habían pasado desde que se dictó el acta del Parlamento ofreciendo la recompensa. La reina Ana había muerto; Jorge I y Jorge II también y reinaba Jorge III. Treinta y cinco años después de haber empezado Harrison sus trabajos y después de haber construido cuatro diferentes cronómetros, cada uno de los cuales tenía derecho á ganar el premio, dictó un acta el Parlamento capacitando al inventor para obtener la suma de 5.000 libras como parte de la recompensa. Pero los comisionados aún dudaron. Discutieron la regularidad de los resortes. Debían verificar otra prueba del cronómetro y hacer cualquier cosa que dilatase el cumplimiento de lo acordado. Harrison estaba dispuesto á toda clase de pruebas y mientras tanto los comisionados solamente le adelantaron una cantidad á cuenta.

Dos años más se pasaron tristemente. Nada se hizo en 1763 más que discutir en el Consejo de Longitudes. Al fin en 28 de Marzo de 1764, el hijo de Harrison partió nuevamente con el cronómetro, á bordo del Tartar para las Bardadas. Regresó después de cuatro meses,durante los cuales el instrumento determinó la longitud con un error de diez millas, ó sea una tercera parte de la distancia geográfica exigida. Harrison presentó nuevas solicitudes para que le entregasen la recompensa ofrecida por el Gobierno.
Al fin, los comisionados no pudieron negar por más tiempo la verdad. En Septiembre de 1764, virtualmente reconocieron los derechos de Harrison al pagarle 1.000 libras á cuenta y el 9 de Febrero de 1765 publicaron una resolución por la que « manifestaban unánimemente la opinión de que el cronómetro contaba el tiempo con suficiente corrección sin perder su longitud en el viaje de Portsmouth á las Barbadas, más allá de los límites requeridos por el acta duodécima de la Reina Ana y conservándose siempre muy dentro de dichos límites ». Sin embargo, no dieron á Harrison el necesario certificado aun cuando eran de opinión de que reunía las condiciones necesarias para recibir la completa recompensa.
Es agradable comparar la generosa conducta del Rey de Cerdeña con las dilaciones y poco liberal espíritu que Harrison encontró en su propio país. Durante el mismo año en que la resolución anterior fue dictada, un Ministro de Cerdeña á instancia de su Rey, mandó á Harrison que construyese cuatro cronómetros al precio de 1.000 libras cada uno « como reconocimiento del ingenio de Mr Harrison y recompensa por el tiempo que gastó en bien de la humanidad ». Esta agradecida atención es tanto más digna de aplauso, teniendo en cuenta que Cerdeña estaba muy lejos de ser considerada como un gran poder naval.
Harrison había llegado á ser viejo y débil, pues ya tenía setenta y cuatro años. Había empleado más de cuarenta trabajando en su invento. Perdía la vista y no podía ya esperar mucho más. Na obstante le hacían que esperara.
« ¡ Qué poco conoces lo que no has probado!
¡Qué infierno sigue á lo prometido !
Pierdes días que podrían ser mejor empleados,
Casas noches pensando cosas desagradables;
Adelantas hoy para retrasar mañana ;
Alimentas esperanzas y sufres temores y tristezas.»
Pero Harrison no perdió sus energías. En 30 de Mayo de 1765, dirigió otra exposición al Tribunal, concebida en términos más fuertes que los por él empleados hasta entonces « No puedo menos de pensar » decía « que soy en extremo maltratado por caballeros de los que había esperado un comportamiento diferente; pues si el acta duodécima de la Reina Ana es deficiente ¿por qué me animaron con lo que se prometía en ella, para obligarme á perfeccionar mi invención ? Y después de su perfeccionamiento ¿ por qué se ha enviado á mi hijo dos veces á las Indias Occidentales ? ¿ No se le dijo á mi hijo cuando recibió las ultimas instrucciones, que si el experimento resultaba, á su vuelta encontraría una nueva acta para ponerle al abrigo de nuevas restricciones nacidas en imprevisiones del acta duodécima de la Reina Ana ? Este ha sido el cas ; yo esperaba que me tratasen de muy distinta manera.
« Debe confesarse que mi caso es excepcional, y supongo que nunca padeció nadie tanto por haber confiado en las actas del Parlamento inglés, y espero que para honra de mi nación, el caso no se repetirá. He recibido mi justa recompensa, pues ciertamente así podría llamarse, si tras cuarenta años de constante aplicación de los talentos que á Dios plugo darme, mi invención hubiese entrado en el curso de los perfeccionamientos de este mundo: esto es, si yo hubiese instruido á los obreros en sus principios y ejecución, hallándome muy contento si hubiera encontrado una oportunidad de hacerlo. Pero, que diferente es esto de lo propuesto, pues debo instruir á gentes de cuya competencia nada sé y que nada conocen sin duda de mecánica; y si no consigo satisfacerlos no puedo obtener nada.
« Triste sino el mío, pero más triste todavía el del mundo que se vería privado de mi invención sin mi abierta y franca manera de describir todos mis principios á caballeros nobles que casi en todo tiempo acuden á mí.
« Y si cualquiera de estos hubiera tenido ingenió y atrevimiento bastante para apoderarse de mi invención, acaso el Consejo que no se me ha mostrado favorable, tendría un placer en premiar su piratería. Ya en mi vejez, doy gracias á Dios, estando más contento de mi invento sin recompensa, que si equivocando mis cálculos por una ilusión de los comisionados, hubiera obtenido el premio. »
El muy honorable Conde de Egmont estaba en el conselo de Longitudes, el día en que se leyó la carta, 13 de Junio de 1765. Los comisionados se asombraron del tono que el inventor empleaba. En efecto, se disgustaron y llamaron á Harrison, el cual esperaba. Después de algunos acalorados discursos y después de una proposición que se hizo á Harrison y que no fue aceptada por éste, diciendo que la rechazaría mientras corriera por sus venas una gota de sangre inglesa, abandonó la sala. El acta del Parlemento (5 Geo. III, cap. 20), le concedió por el completo descubrimiento de los principios de su cronómetro el pago de una suma, que con las 2.500 libras que ya había recibido, constituía la mitad de la recompensa y la otra mitad le sería pagada cuando otros cronómetros fuesen hechos con arreglo á sus proyectos, y su capacidad completamente demostrada. Obligábanle á entregar sus cuatro cronómetros, uno de los que era de forma de un reloj de bolsillo, para servicios públicos.
Harrison procedió entonces á dar completas explicaciones de los principios de su cronómetro al Dr Maskelyne y otros seis caballeros nombrados para recibirlas. Desmontó su cronómetro por piezas en su presencia, y depositó en sus manos correctos dibujos del mismo y de sus partes, de modo que todo artista pudiese construir cronómetros, similares, según sus principios. En efecto, no hubo dificultad en hacerlos después que sus dibujos fueron publicados. Una exacta copia de su último reloj fue hecha por el ingeniero Mr Kendal y fue usada por el capitán Cock en su viaje de circumnavegación al rededor del globo, que duró tres años, durante el cual funcionó siempre el cronómetro con absoluta regularidad.
Inglaterra había ya inaugurado esta serie de experimentos científicos que obtuvieron tan fructuosos resultados, para poner su reputación naval á la mayor altura. En esas expediciones, los oficiales, los marineros y los hombres científicos, tuvieron que luchar repetidamente con dificultades y peligros que pusieron de relieve su valor. Hubo, sin embargo, no pocas mezquindades en la organización de aquellas empresas. Por ejemplo: estando el Dr Priestly en Leeds, fue solicitado por Sir Joseph Banks para acompañar como astrónomo al capitán Cook en su segunda expedición á los mares del Sur. Priestly dió su asentimiento hizo sus preparativos para el viaje. Pero algunas semanas más tarde le informó Banks que su nombramiento había sido invalidado por no hallarse conforme el Consejo de Longitudes, con las ideas teológicas del astrónomo. Priestly, aunque de temperamento suave se excitó. « Lo que soy y lo que son los del Consejo en asuntos de religión - escribe á Banks en Diciembre de 1771, - podía, fácilmente haberse conocido antes de proponerme el asunto. Por lo demás, creo que en esto nada tiene que ver la teología, con la astronomía y si esto hubiere influido en su decisión, yo sentiría por el Tribunal de Longitudes un gran desprecio. »
El capitán Cook fue nombrado para el mando del Revolution, y el capitán Wallis para el del Adventure, en Noviembre de 1771. Procedieron á equipar sus buques y entre otros instrumentos tomaron á bordo del que mandaba el capitán Cook dos cronómetro : uno hecho por Mr. Larcum Kendal según los principios de Mr Harrison y el otro por Mr John Arnold según los suyos propios. La expedición partió de Deptford en Abril de 1772 y poco tiempo después navegaba por los mares del Sur. El reloj de Mr Kendal « es asunto de frecuentes noticias del capitán Cook. » En el cabo de Buena Esperanza, dice « respondió mucho mejor de lo que podíamos prometernos », y más al Sur, en la proximidad del cabo de la Circunscisión dice: « el uso del telescopio se hizo difícil en un principio, pero con un poco de práctica resultó fácil. Por la ayuda del reloj nos es dable descubrir los grandes errores á que este método de observación de la longitud en el mar está sujeto ». Se vió que el reloj de Harrison era más perfecto que el de Arnod, cuando cerca del cabo Pallicer en Nueva Celanda, Cook dice: « este día á las doce, cuando esperábamos oir el sonido de los relojes, la espiga del de Mr Arnold no giró, y después de varias pruebas sin éxito tuvimos que abandonarlo. » Desde este momento se tuvo completa confianza en el cronómetro de Harrison. Algún tiempo después, apunta Cook: « Debo decir que nuestra longitud no puede ser errónea mientras tengamos un guía como el reloj de Mr Kendal. » Debe recordarse que al principio del viajé se hicieron observaciones por las tablas lunares pero no siendo estas de una gran precisión, fueron abandonadas completamente.

Volviendo á Harrison, éste continuó mortificado por la oposición oficial. Sus reclamaciones no fueron satisfechas y su reloj fue sometido á nuevos experimentos. El Dr Maskelyne, astrónomo real, se manifestó abiertamente contra el éxito del cronómetro mostrándose muy interesado en determinar la longitud por medio de tablas lunares, aun cuando este método estaba casi sustituido por el cronómetro. Por esto Harrison no pudo obtener el certificado de lo que le era debido, según el acta del Parlamento. Años pasaron antes de que obtuviera el resto de la recompensa. Hasta el año de 1773 ó sea cuarenta y cinco años después de dar principio á sus experimentos, no llegó á conseguirlo. Es la siguiente, una inscripción en la lista de súplicas concedidas por al Parlamento en aquel año: « Junio 14. A John Harrison como recompensa por su invención del cronómetro para determinar la longitud en el mar, y por descubrir los principios según los que fue construido: Se le entregan sobre las cantidades ya recibidas, 8.570 libras. »
John Harrison no sobrevivió mucho tiempo á la satisfacción de ver al fin atendidas sus reclamaciones, pues murió el 24 de Marzo de 1776 á los ochenta y tres años de edad. Fue enterrado en el ángulo sudoeste de la iglesia parroquial de Hampstead, donde se erigió un mausoleo en su memoria, en el que hay una inscripción conmemorando sus servicios. Su esposa le sobrevivió solamente un año, muriendo á los setenta y dos y fue sepultada en la misma tumba. Su hijo William Harrison, siendo teniente y encargado del gobierno de Monmouth y Middlesex, murió en 1815, á la avanzada edad de ochenta y ocho años, siendo también enterrado con sus padres. La tumba después de más de un siglo de existencia estaba algo arruinada, cuando la Compañía de relojeros de la ciudad de Londres tomó á su cargo, en 1879, la reconstrucción y renovación de la inscripción.
Pero quizás las más interesantes obras relacionadas con John Harrison, el gran trabajo de su vida, son el reloj de madera del Museo de South Kensington y los cuatro cronómetros hechos por él para el Gobierno que aún se conservan en el Real Observatorio de Greenwich. Los tres primeros son de un gran peso, y difícilmente serían movidos sin un gran esfuerzo. Pero el cuarto, el cronómetro marino en forma de reloj de bolsillo, es de pequeñas dimensiones y fácilmente manejable. Aún funciona con regularidad como lo hace también el « reloj de Mr Kendal » que fué hecho exactamente como aquel. Esta será siempre la mejor memoria del distinguido artífice.
Antes de terminar esta breve noticia de la vida y trabajos do John Harrison, tengo que dar las gracias más afectuosas á Mr Christie, astrónomo real, por su amabilidad al enseñarme varios cronómetros depositados en el Observatorio de Greenwich y por el permiso que me dió para inspeccionar las notas del Consejo de Longitudes donde las discusiones de tantos años entre el inventor y los comisionados están fiel, pero muy tardiamente registradas. Debe, finalmente, decirse, de John Harrison, que por su invento del cronómetro, el incesante y verdadero amigo del navegante, hizo un gran beneficio á la ciencia y á la navegación, y tiene derecho a ser mirado como uno de los más grandes bienhechores de la humanidad.
 
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César

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Enhorabuena por la currada que te has pegado, epicuro 150, para elaborar el post.
Al igual que Tremendus, terminaré de leer el post en otro momento. Es demasiado denso y se hace algo pesado de leer todo de una vez, pero es tan interesante que merece la pena su lectura.
 

Recaredo

New member
¡Laaaavirgen! Peaso Hilo tas marcao.

Mañana me lo imprimo, que leer tanta línea junta en la pantalla me marea.

Pues aprovecho tu Hilo para recomendar un libro a todos aquellos que tengan cierta inquietud por la historia de la relojería y su importancia en el progreso de la Humanidad.

Hay un breve libro de Dava Sobel que narra la historia del primer cronómetro. Es divulgativo pero no muy técnico, por lo que se lee muy bien. Se titula "Longitud" y está en la colección "Compactos" de la editorial Anagrama.

 

Diapasón1

New member
Muchas gracias!!!
Me lo estaba leyendo en francés (vivo en Ginebra) pero me cuesta bastante, ya que todavía no domino el idioma a fondo.
 

COLECCIONROSATTO

New member
Estimado amigo excelente articulo mas que completo, en breve publicaremos una nota sobre relojes marinos en nuestro blog, de servirme algun parrafo de la misma, con su debida autorizacion sacare info, un cordial saludo desde argentina
 

Andypinto

New member
Excelente posteo, de gran sapiencia y muy bien documentado.
Lamentablemente -o afortunadamente, no lo sé bien, recordando las dificultades que me llevó aprender el sistema- la determinación de la longitud por observación lunar o solar es un arte en desaparición.
Me consta pues soy capitán de yates y para obtener mi licencia hube de pasar un examen ante la Armada, entre cuyas materias estaba precisamente la de navegación astronómica.
Pasé (quien haya tratado de tomar una lectura de altura del sol a mediodía con el sextante en la cubierta de un yate de 8 metros de eslora en un mar agitado comprenderá lo que os digo), pero desde que rendí el examen no he vuelto a emplear el sistema. Sé como hacerlo y en caso de urgencia me permitiría situarme con cierta certeza, pero con los GPS ya es innecesario, pues apretando un botón y leyendo la pantalla tengo mi posición con menos de cinco metros de exactitud en cualquier parte del globo.
De hecho, incluso en las Armadas del mundo ya no se usa a diario la navegación astronómica, sino la electrónica, aunque todo oficial ha de saber como navegar astronómicamente ante el peligro de una avería en los equipos de GPS del buque.
Sin perjuicio de lo dicho, la epopeya de Harrison para, primero, construir un cronómetro que respondiera a la exactitud que demanda la navegación astronómica, y su lucha, luego, para que se le entregara lo que se le había prometido, hacen que su historia y la de la relojería en la navegación sean un capítulo apasionante que no debe ser olvidado, para lo que artículos como el tuyo, amigo epicuro150, son invaluables.
Saludos y gracias por tu magnífico esfuerzo.:great:
 

blasillo

Baneado
El libro de Dava Sobel, Longitud: La verdadera historia de un genio solitario que resolvió el mayor problema científico de su tiempo.
Es la historia de John Harrison, que dedicó muchos años la fabricación de un cronómetro marino de suficiente precisión para poder determinar la longitud en el mar con la exactitud pedida en el premio de la longitud del Almirantazgo Británico.
 

waltonjones

Consigliere
Excelente posteo, de gran sapiencia y muy bien documentado.
Lamentablemente -o afortunadamente, no lo sé bien, recordando las dificultades que me llevó aprender el sistema- la determinación de la longitud por observación lunar o solar es un arte en desaparición.
Me consta pues soy capitán de yates y para obtener mi licencia hube de pasar un examen ante la Armada, entre cuyas materias estaba precisamente la de navegación astronómica.
Pasé (quien haya tratado de tomar una lectura de altura del sol a mediodía con el sextante en la cubierta de un yate de 8 metros de eslora en un mar agitado comprenderá lo que os digo), pero desde que rendí el examen no he vuelto a emplear el sistema. Sé como hacerlo y en caso de urgencia me permitiría situarme con cierta certeza, pero con los GPS ya es innecesario, pues apretando un botón y leyendo la pantalla tengo mi posición con menos de cinco metros de exactitud en cualquier parte del globo.
De hecho, incluso en las Armadas del mundo ya no se usa a diario la navegación astronómica, sino la electrónica, aunque todo oficial ha de saber como navegar astronómicamente ante el peligro de una avería en los equipos de GPS del buque.
Sin perjuicio de lo dicho, la epopeya de Harrison para, primero, construir un cronómetro que respondiera a la exactitud que demanda la navegación astronómica, y su lucha, luego, para que se le entregara lo que se le había prometido, hacen que su historia y la de la relojería en la navegación sean un capítulo apasionante que no debe ser olvidado, para lo que artículos como el tuyo, amigo epicuro150, son invaluables.
Saludos y gracias por tu magnífico esfuerzo.:great:

No obstante la dificultad que entraña hacerlo con la mar movida, estarás de acuerdo conmigo en que hallar la meridiana es el cálculo más sencillo que se puede hacer utilizando un sextante.

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Palabras mayores es averiguar la posición "aproximada" midiendo la altura de las estrellas (conocidas).

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Pedro Izquierdo

Maestro Relojero
Miembro del equipo
Aparte de la importancia de estos relojes en su momento, esta la calidad y belleza de su mecanismo
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Andypinto

New member
No obstante la dificultad que entraña hacerlo con la mar movida, estarás de acuerdo conmigo en que hallar la meridiana es el cálculo más sencillo que se puede hacer utilizando un sextante.

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Palabras mayores es averiguar la posición "aproximada" midiendo la altura de las estrellas (conocidas).

cielo_estrellado.jpg

100% de acuerdo. Es mucho mas fácil llevar al horizonte con mar movida un astro del tamaño del sol con toda su luminosidad, que llevar al horizonte una estrella parecida a otras cercanas que esta titilando entre la bruma, y eso sin contar la sola dificultad de encontrar el horizonte de noche.
Saludos:guay:
 

Joelrz

New member
Mas que interesante post, aunque largo se deja leer de un tiron, muchas gracias por el esfuerzo de postearlo.
Saludos
 

Andypinto

New member
Buscando mas información técnica sobre el cronómetro de Harrison, encontré en Youtube este video de una reproducción realizada del "grasshopper escapement" o "escape saltamontes", que Harrison inventó para dar la mayor exactitud posible a su cronómetro.
Es una pieza magnífica que demuestra la genialidad de este hombre.
Espero que os guste.
Saludos:guay:

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